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Sin novedad en el frente. Diario del confinamiento, día 5: Conócete a ti mismo


Poco después de las 7:30 de la mañana de hoy empezaba a sonar en mis oídos el dulce violonchelo de Hauser. ¡Ah! ¡Hauser! Contigo tenía una cita a finales de abril en Budapest. Contigo y con alguien más. Iba a ser un concierto grandioso y unas vacaciones extraordinarias, visitando una de esas bellas ciudades europeas, en compañía de Vicky, y rematando unos días de asueto con un espectáculo multitudinario.


Sí, iban a ser unas grandes vacaciones. Así que hoy, quizá para ser un pelín autoindulgente mientras hacía ejercicio a primera hora, decidí ponerme su música en Spotify.

¡Un momento! ¿Ejercicio? ¿Fabián? ¿Tú? ¿A las 7:30? Pues va a ser que sí.

Resulta que desde que empecé el confinamiento me di cuenta de que lo más sencillo para un tipo como yo, en una larga estancia hogareña, es dejarse llevar por las circunstancias, ir degenerando en las costumbres personales, en el afeitado y el aseo, en los horarios, en la dieta y en la forma física. ¡Qué fácil es levantarse solo unos minutos antes de ponerse ante el ordenador a teletrabajar! ¡Qué sencillo tomarse el café cuando uno está ya sentado leyendo los mails! ¡Y qué fácil alargar las horas de trabajo, intercambiadas con constantes interrupciones de Whatsapp, hasta que es prácticamente la hora de acostarse!

No. Me conozco bastante bien y soy bastante aficionado a la dispersión. Así que desde el primer momento decidí que, al menos de lunes a viernes, es necesario seguir una rutina algo estricta. Cada cual la que considere oportuna. Esta es la mía:

7:30 levantarse y ejercicio. Sin WhatsApp, sin ruido, solo con música. El ejercicio es bicicleta estática, algo de pesas, fondos, abdominales y estiramientos.
8:30 arreglarse, hacer el cuarto y desayunar.
9:00 Trabajo. Con una pausa de café cuando se pueda.
14:30 Comida.
15:30 Trabajo.
18:30 Fin del trabajo, merienda y tiempo libre.
21:30 Cena.
23:00 Me dedico a este blog

Mentiría si digo que sigo los horarios a rajatabla, pero me aproximo bastante. Hay veces, como hoy, en que el trabajo se me alarga más de la cuenta y el horario del blog me hace pasar de la medianoche (de ahí la poca profundidad de este artículo, lo siento).

Así que partir del propio conocimiento es una base interesante para poder afrontar estos días algo extraños, por no decir surrealistas, que nos está tocando vivir. Sé que soy lo suficientemente calmado como para arbitrar en las fricciones familiares. Fricciones inevitables que, por cierto, van disminuyendo con los días al igual que el volumen de WhatsApps que recibo ¿serán fenómenos relacionados?

Sé que tengo resiliencia física y mental, y que aguantaré mejor que muchos las largas horas de encierro. Sé que me basta algo de música o un poco de ajedrez para ocupar las horas (que espero tener libres el fin de semana, porque a diario, de momento, estoy bastante liado).

Sí, me conozco bastante bien como para saber que, si no me impongo algo de disciplina, acabaré con muchos kilos de más. Porque sé también que, en tiempos de ansiedad, hago más excursiones a la nevera de las recomendables (en el tema de la dieta, debo ser más estricto).

Pero quizá lo más curioso de este periodo de tiempo es que también es factible conocer un poco mejor a los demás. Y no me refiero a esos chistes que circulan de gente haciendo llamadas de Skype con antiguos compañeros de la EGB a los que no se ha visto en 30 años.

Me refiero a que puedes conocer mejor a tu propia familia.

¿Pues no voy y me entero ahora, después de 22 años de convivencia, de que mi mujer sabe hacer punto?



Hoy, 18 de marzo, la única novedad en el frente es que el Mercadona tiene papel higiénico

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