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Parte del frente. Diario del confinamiento, día 29: El ocaso de los ‘magufos’


Hay un extraño silencio a nuestro alrededor. Es el silencio de los curanderos y magufos que se suelen subir al carro de cualquier enfermedad y de cualquier tragedia para vender tratamientos alternativos, conjuros y productos medicinales no testados basados en componentes supuestamente naturales y remedios tradicionales.

No me refiero aquí a aquellas terapias complementarias que buscan ayudar a los pacientes a encontrarse algo mejor, aunque sea de espíritu, y que pueden tener un efecto positivo sin tener la audacia de asegurar ser una cura. Me refiero a quienes afirman tener una alternativa perfectamente eficaz, pero que a causa de una conspiración mundial de la industria médica y farmacéutica no consiguen que les publiquen los libros, ni que les invitan a congresos. Son víctimas de una conspiración para silenciarlos.

Una rápida búsqueda en Google, tecleando “terapias alternativas Covid-19”, nos ofrece solo un mísero primer resultado de una página en la que se afirma que en China se está utilizando también la medicina tradicional para tratar a los pacientes. Subrayo la palabra también. Aparentemente, una especie de infusión de la medicina tradicional china se ha estado utilizando como complemento a los diversos medicamentos que se están probando para el tratamiento de la enfermedad. No se está utilizando para sustituirlos. El resto de la información que se encuentra en Google no tiene nada que ver con terapias alternativas, sino con los métodos y tratamientos farmacológicos que los médicos y científicos están utilizando y desarrollando.

La medicina magufa se suele sustentar en dos pilares fundamentales: los remedios “naturales” y el poder de la mente.

Por algún extraño motivo que no alcanzo a comprender, se empeñan en utilizar la palabra “natural” como sinónimo de “carente de peligro”. Parece que, por el hecho de basarse en componentes naturales, la pastilla que te tomas no puede tener ningún efecto adverso. La realidad es que la naturaleza está llena de peligros. Hay venenos naturales como el curare, las mordeduras de serpientes, las picaduras de las tarántulas… Hay animales en la naturaleza que te pueden partir el cuello de un zarpazo. En la agricultura ecológica se usan insecticidas “naturales” para distinguirlos de los químicos. Me parece fenomenal, pero lo cierto es que si los insecticidas naturales matan a los insectos es porque también son tóxicos. Así que mejor lavas bien la fruta y la verdura antes de comértela, aunque provenga de una explotación ecológica.

Y si quieres tener una experiencia realmente intensa, intenta sobrevivir en un bosque alimentándote de bayas y frutos silvestres, todos ellos naturalísimos ¡a ver qué pasa! De las setas ya ni hablamos.

Bien pensado, el ser humano lleva milenios luchando a brazo partido contra la naturaleza para dominarla y poder sobrevivir. Y, de hecho, hemos tenido tanto éxito en esta lucha, que a punto estamos de cargarnos el planeta entero y, por tanto, nuestro hábitat. Pero nuevamente me estoy yendo del tema.

Como dije, el otro componente tradicional es el poder de la mente. Aquí sí que he encontrado una auténtica joya en forma de influencer petarda.


No soy capaz de incrustar un vídeo de Instagram o Twitter en el blog, pero el contenido es tan sublime que no puedo resistir la tentación de transcribir su contenido:
“Si de pequeños nos enseñaran a sacar el poder que tenemos dentro ¡que es mazo!, de la mente, del cerebro, que es una máquina brutal. Y nos enseñaran a cómo gestionar nuestro sistema inmunológico y a curarnos, si nos enseñaran a gestionar nuestras células con la mente. Sí, sí, reíros. Pero con la mente. No necesitaríamos ni vacunas, ni medicinas, ¡ni nada! Pero como la gente no sabe, y seguramente yo tampoco lo sé, seguramente me puedo morir de cualquier cosa, porque a mí tampoco me lo han enseñado, pero me encantaría saberlo. Yo creo que ese es el futuro. O sea, fuck vaccines y fuck cualquier cosa que venga del exterior. Nosotros desde dentro podemos, pero no sabemos cómo”.
La duda que me queda, o sea, Miranda, es saber quién nos va a enseñar de pequeños, o sea, a hacer eso de la mente, que es mazo, pero que ni tú misma sabes cómo se hace. ¡Ni tú, ni nadie, nena! ¡Ni tú, ni nadie!

A falta de terapias alternativas, no me ha quedado más remedio que pedirle ayuda a un colega de profesión para encontrar un buen conjuro. Este resulta ser un método alternativo bastante prometedor. La energía que transmite el telepredicador evangelista Kenneth Copeland es tan intensa que me sorprende que el virus no haya salido huyendo con el rabo entre las piernas.


Hoy, por desgracia, sí tengo una novedad del frente. Un pariente nuestro, alguien especialmente querido, está hospitalizado. El caso es leve y esperamos que se mantenga así hasta su total recuperación.

¡Cuidaos mucho y quedaos en casa!

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