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Sin novedad en el frente. Diario del confinamiento, día 61: Tan lejos y tan cerca

¡Hemos llegado tan lejos! ¡Hemos recorrido tantas semanas de esfuerzo colectivo!... Nos hemos enfrentado a un desafío muy superior al que jamás podríamos haber imaginado y hemos avanzado juntos, día a día, para acercarnos al objetivo de alejar el fantasma de la enfermedad. Pero hoy, al alzar la vista, nos hemos dado cuenta de que, a pesar de la longitud del camino recorrido, todavía estamos demasiado cerca de la casilla de salida.
Hoy se han conocido los resultados de los estudios serológicos que se han realizado sobre la población, los únicos que pueden tener un valor estadístico y darnos una idea sobre lo que ha progresado la Covid-19. Y el resultado es tan esperanzador como desolador. Solo un 5% de la población española ha pasado la enfermedad y, por lo tanto, puede haber alcanzado cierto grado de inmunidad.

La buena noticia es que el confinamiento ha funcionado, evitando que el colapso del sistema sanitario se prolongue más allá de unas semanas. Y evitando, casi con toda seguridad, la muerte de decenas de miles de personas. La mala noticia es que estamos lejísimos de la inmunidad de rebaño.
Y lo cierto es que estamos cansados. Nuestros hijos necesitan encontrarse con sus amigos, ir a los colegios e institutos para tener algo de vida social más allá de las pantallas de los videojuegos. Nosotros necesitamos volver, aunque sea por unos momentos, a nuestras oficinas, a tener una reunión presencial con nuestros compañeros sin el filtro -muy útil, pero algo artificioso- de las videoconferencias. ¿Habéis notado como yo los incómodos silencios que se producen a veces, sobre todo cuando se queda simplemente para charlar, sin una agenda de trabajo?
Necesitamos volver a las rutinas, a las visitas al fisio, a hacer deportes de equipo, ir al cine, al teatro y los parques, a las compras...
Pero ahora, cuando se empiezan a levantar las medidas más estrictas, es necesario recordar que el enemigo sigue ahí, agazapado. Tenemos unas ganas locas de salir y reencontrarnos. Tenemos ganas de visitar a las familias y quedar con los amigos, de tomar algo en los bares y restaurantes a pesar de que durante un tiempo nos sentiremos incómodos, con el rostro tapado con mascarillas y jugando al ratón y al gato con los espacios para mantener la distancia.
Hoy sabemos que no habrá una vuelta a la normalidad, ni tan siquiera sé si habrá una normalidad previsible en los próximos meses. La situación y las normas serán cambiantes semana a semana.
Y tengo la incómoda sensación de que todo el futuro va a ser feo durante mucho tiempo. ¡Ingenuo de mí! Cuando empezó el confinamiento y yo comencé a escribir el blog aun creía que todo esto tendría un principio y un final. Hoy me doy cuenta de que no hay una meta al final del camino y ni siquiera hay un final del camino. Solo hay camino, más suave en algunos tramos, más escabroso en otros, pero de naturaleza incierta y sin un final a la vista.
De alguna manera tenemos que conseguir que la sociedad vuelva a arrancar y, al mismo tiempo, seguir ralentizando el progreso de la enfermedad. Que avance, sí, pero que sea despacio. Porque no podemos permitirnos el lujo de volver una y otra vez a la casilla de salida.
Me despido, sin novedad en el frente, hasta mañana, que ya va mediada la semana y toca descansar.

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